domingo, 11 de noviembre de 2012

Pensar en lo infinito

Albert Lynch, (1851-1912): Elegante.
¿No habéis encontrado nunca en vuestra vida una mujer que os ha hechizado durante un momento y que luego ha desaparecido? Estas mujeres son como estrellas que pasan rápidas en las noches sosegadas del estío. Habréis encontrado una vez, en un balneario, en una estación, en una tienda, en un tranvía, una de esas mujeres cuya vista es como una revelación, como una floración repentina y potente que surge desde el fondo de vuestra alma. Tal vez esta mujer no es hermosa; las que dejan más honda huella en nuestro espíritu no son las que nos deslumbran desde el primer momento... 

Vosotros entráis en un vagón del ferrocarril u os sentáis junto al mar en un balneario; después vais mirando a las personas que están junto a vosotros. He aquí una mujer rubia, vestida de negro, en quien vosotros no habéis reparado al sentaros. Examinadla bien: los minutos van pasando; las olas van y vienen mansamente; el tren cruza los campos. Examinadla bien: posad los ojos en su pelo, en su busto, en su boca, en su barbilla redondeada y fina. Y ved cómo vais descubriendo en ella secretas perfecciones, cómo va brotando en vosotros una simpatía recia e indestructible hacia esta desconocida que se ha aparecido momentáneamente en vuestra vida. 

Y será sólo un minuto; esta mujer se marchará; quedará en vuestra alma como un tenue reguero de luz y de bondad; sentiréis como una indefinible angustia cuando la veáis alejarse para siempre. ¿Por qué? ¿Qué afinidad había entre esa mujer y vosotros? ¿Cómo vais a razonar vuestra tristeza? No lo sabemos; pero presentimos vagamente, como si bordeáramos un mundo desconocido, que esta mujer tiene algo que no acertamos a explicar, y que al marcharse se ha llevado algo que nos pertenece y que no volveremos a encontrar jamás. 

Yo he sentido muchas veces estas tristezas indefinibles; era muchacho; en los veranos iba frecuentemente a la capital de la provincia y me sentaba largas horas en los balnearios, junto al mar. Y yo veía entonces, y he visto luego, algunas de estas mujeres misteriosas, sugestionadoras, que, como el mar azul que se ensancha ante mi vista, me hacía pensar en lo Infinito. 

José Martínez Ruiz, (Alicante, 1874- Madrid, 1967), Azorín. Las confesiones de un pequeño filósofo. Capítulo XL

24 comentarios:

  1. Ahora lo llamaríamos "voyeurismo" ¿no?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Depende la de sensibilidad de cada uno. Me resulta tremendamente prosaico. En este caso, me quedo con "contemplación".

      Eliminar
    2. Sí, contemplación. Creo que es uno de los grandes placeres concentrarse en la profunda contemplación. Lo enigmas que se encuentran en bibliotecas, autobuses, librerías pueden llegar a ser irresistiblemente poderosos.

      Eliminar
    3. Sí, Rostad. Sólo hay que saber mirar.

      Eliminar
  2. Existen personas con un algo indefinible, con una sencilla elegancia innata, que captan nuestra atracción, sin que por su parte hagan nada para para llamar la atención. Quizás sea el reflejo de su interior involuntariamente mostrado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y aunque sueno a tópico, esa es la belleza que realmente importa.
      Gracias por la vistia, Begoña.

      Eliminar
    2. Muy interesante eso que dices Begoña. Entonces podemos decir que 'a primera vista' no todo es físico o superficial, puede desprenderse o desbordar algo del interior de una "visible" -entiéndase-. Quisiera entenderlo mejor, pero si es eso, estoy de acuerdo.Supongo que también depende de quién mira y cómo lo hace. Muy interesante, sí.

      Eliminar
    3. Rostard, creo que a primera vista, lo que atrae es lo superficial. Por eso es mejor no emitir un juicio de valor basado en primeras impresiones. Cuántas veces nos ha podido pasar que nos deslumbre alguien, para después descubrir que no hay más que lo que se ve.
      Gracias, amigo, por tu visita y comentarios.

      Eliminar
    4. Estoy de acuerdo, pero me refería también a que no todo es superficial, no sé si es algo intuitivo -una pequeña parte- o que el que mira lo hace de forma subjetiva -que también- pero igual que se dice que "el ojo es el espejo del alma", ¿no crees que tiene que pasar eso de algún modo con la presencia física?. Tal vez esto es demasiado, solo un presentimiento que no sea inventado, sino inspirado por la mera presencia o la proximidad, algo -y queda ridículo- espiritual aunque de forma mínima.

      Eliminar
    5. Claro que sí, estoy de acuerdo, Rostard.

      Eliminar
  3. El cuadro ilustra perfectamente su artículo de hoy.
    Y qué bien escribía Azorín.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. ¡Buf!, me encanta esta obra, y Azorín, y lo que dice en este texto,¡qué bien lo describe!

    Gracias por acompañarnos siempre con belleza.

    Un beso, amiga.

    ResponderEliminar
  5. It´s just amazing and SO wonderful post!!!
    I´am so happy to meet you here in these blog world:-)*

    Hugs,
    ***Violetta***

    ResponderEliminar
  6. Hay personas que con su sola presencia dejan huellas; al marcharse nos dejan esas "tristezas indefinibles" de las que habla el autor.

    Dicen que la belleza está en los ojos de quien mira, en este sentido, lo que nos llama la atención allá "afuera" sería el eco de algo que está en nuestra alma.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Clarissa, en algún sitio leí que las cosas son bellas porque Dios las mira. El problema es cuando las personas no miramos a Dios. En ese caso la belleza será sólo externa.
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Esto tengo que pensarlo. Éxito de publicación, gracias por los descubrimientos.

      Eliminar
    3. Está bien pensar, querido amigo ;) No es que piense que quien no mira a Dios no pueda ser bello, pero si lo miras, se refleja algo distinto.

      Eliminar
    4. Veo que ha dado para mucho el tema. Lo que yo quería decir es que hay personas que tienen una belleza interior- probablemente porque Dios las mira y porque ellas miran a Dios- que se refleja en su exterior de una manera natural, serena y discreta. Como el buen perfume que no se nota pero que hace la vida agradable a los demás.

      Eliminar
    5. Eso, es: como un buen perfume.
      Gracias, Begoña, por tus dabias palabras.
      Un abrazo.

      Eliminar
  7. Me imagino una escena de principios del siglo XX o finales del siglo XIX lcon cierto aire literario a Vicente Blasco Ibáñez o a Emilia Pardo Bazán. El escenario podía muy bien ser el balneario de La Perla en San Sebastián, con la playa de La Concha de fondo y una mujer hermosa acodada en la barandilla famosa mirando con sus ojos azul cielo confundiéndose con las aguas profundas del Cantábrico.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Carmen: ¡quiero estar en ese balneario! Tema para una novela.
      Me has recordado a la serie "Gran hotel".
      Gracias por la visita.
      Un abrazo.

      Eliminar