jueves, 27 de noviembre de 2014

Nostalgia



Al fin nos hallaremos. Las temblorosas manos
apretarán, suaves, la dicha conseguida,
por un sendero solo, muy lejos de los vanos
cuidados que ahora inquietan la fe de nuestra vida.

Las ramas de los sauces mojados y amarillos
nos rozarán las frentes. En la arena perlada,
verbenas llenas de agua, de cálices sencillos,
ornarán la indolente paz de nuestra pisada.

Mi brazo rodeará tu mimosa cintura, 
tú dejarás caer en mi hombro tu cabeza, 
¡y el ideal vendrá entre la tarde pura, 
a envolver nuestro amor en su eterna belleza!

Juan Ramón Jiménez


miércoles, 12 de noviembre de 2014

En el último otoño



Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.




Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. 
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma.
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. 
Hojas secas de otoño giraban en tu alma. 

Pablo Neruda


lunes, 3 de noviembre de 2014

Elegía a doña Juana "la loca"

Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza 
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

Eras una paloma con alma gigantesca 
cuyo nido fue sangre del suelo castellano, 
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve 
y al querer alentarlo tus alas se troncharon. 

Soñabas que tu amor fuera como el infante 
que te sigue sumiso recogiendo tu manto. 
Y en vez de flores, versos y collares de perlas, 
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo. 

Juana de Castilla y Felipe de Borgoña, 1505

Tenías en el pecho la formidable aurora 
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto, 
como alondra que mira quebrarse el horizonte, 
se torna de repente monótono y amargo. 

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos. 
Y oprime la salmodia del coro cartujano. 
Y choca con los ecos de las lentas campanas 
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado. 

Tenías la pasión que da el cielo de España. 
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto. 
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo, 
con la rueca de hierro y de acero lo hilado! 


Francisco Pradilla: Juana la Loca recluida en Tordesillas
 
Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente, 
ni el laúd juglaresco que solloza lejano. 
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata 
y un eco de trompeta su acento enamorado. 

Y, sin embargo, estabas para el amor formada, 
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo, 
para llorar tristeza sobre el pecho querido 
deshojando una rosa de olor entre los labios. 


Francisco Pradilla: Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, 1877

Para mirar la luna bordada sobre el río 
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño 
y mirar los eternos jardines de la sombra, 
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz? 
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos... 
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos? 
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado? 


Lorenzo Valles: La demencia de Juana de Castilla, 1866

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto, 
tendrás el corazón partido en mil pedazos. 
Y Granada te guarda como santa reliquia, 
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas, 
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado 
que vino de la tierra dorada de Castilla 
a dormir entre nieve y ciprerales castos. 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana, 
los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo. 
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias, 
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro! 


Bartolomé Ordóñez: Sepulcros de Juana y Felipe, 1519. Capilla Real. Granada

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana, 
la de las torres viejas y del jardín callado, 
la de la yedra muerta sobre los muros rojos, 
la de la niebla azul y el arrayán romántico. 

Princesa enamorada y mal correspondida. 
Clavel rojo en un valle profundo y desolado. 
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza 
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

Federico García Lorca