lunes, 14 de noviembre de 2011

Melancholia


Nada nuevo tengo que decir sobre el "universo von Trier": visceral, nihilista, frívolo, extremo... Pero creo que nunca se ha reflejado con tanta belleza lo terrible e infernal del trastorno depresivo. Tampoco me lo imagino con otra banda sonora distinta a Wagner.
Y loable resulta el papel de Claire, la única capaz de luchar por levantar a su hermana con paciencia infinita. Sólo quien lo ha vivido se reconoce en esa lucha a contrapelo , a fuerza de fuerza, si saber si dará frutos.
Entre tanto egoísmo, desdén, banalidad, se abre paso la generosidad.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cuando tú me elegiste


Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.

Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.

Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.

Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.

Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.

Pedro Salinas

sábado, 5 de noviembre de 2011

Paris sera toujours Paris


Perderse por las calles de París era estrictamente necesario. Demasiado duro había sido el invierno como para desaparecer dando explicaciones.

Nadie habría entendido que eligiese París para encontrarse consigo misma. Pero era en el silencio vespertino de las calles menos transitadas del Barrio Latino donde ponía en orden sus pensamientos. O bien temprano, de mañana, cuando sólo el rumor del agua que fluía de las alcantarillas parecía interrumpir su calma. Y eso, sólo porque había que esquivar las corrientes de agua al cruzar las calles.

Podía pasarse horas en el Campo de Marte, sólo para registrar en su memoria como iba cambiando la tonalidad del cielo según avanzaba la tarde. Pero es que, ¿no era acaso el recuerdo de retazos de cielo del todo el mundo lo que componía su felicidad?