viernes, 30 de abril de 2010

Poeta de la imagen

Hay fotógrafos que son a la imagen lo que algunos escritores a la palabra: poetas. Tienen la capacidad de ver lo que otros no ven; extraer la belleza de lo más prosaico.

Por casualidad he llegado al álbum de Lui G. Marín. Me han subyugado sus paisajes malagueños.
Me quedo con esta imagen de Nerja:



martes, 27 de abril de 2010

Pequeño testamento


Os dejo el río Almofrei, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores complidos.

Os dejo las autopistas
que exhalan el verano en la hora despoblada de la siesta,
el Cántico espiritual, los goles de Pelé,
la catedral de Chartres y los trigos ojivales,
los aleluya de oro de los Uffizi,
el Taj Mahal temblando en un estanque,
los autobuses que se bambolean en Sao Paulo y en Mombasa
con racimos de negros y animales felices.

Todo para vosotros, hijos míos.
Suerte de haber tenido un padre rico.

Miguel d'Ors, Curso superior de ignorancia

sábado, 24 de abril de 2010

L'ombre de ton ombre



Ne me quitte pas! (Jacques Brel)

Ne me quitte pas,
il faut oublier.
Tout peut s'oublier,
qui s'enfuit déjà.
Oublier le temps,
des malentendus,
et le temps perdu
a savoir comment,
oublier ces heures
qui tuaient parfois,
a coups de pourquoi
le coeur du bonheur.


Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Moi, je t'offrirai
des perles de pluie
venues de pays
où il ne pleut pas.
Je creuserais la terre
jusqu'après ma mort
pour couvrir ton corps
d'or et de lumière.
Je ferai un domaine
où l'amour sera roi
où l'amour sera loi
où tu seras ma reine.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Ne me quitte pas,
je t'inventerai
des mots insensés
que tu comprendras.
Je te parlerai
de ces amants là
qui ont vu deux fois
leurs coeurs s'embraser.
Je te raconterai
l'histoire de ce roi
mort de n'avoir pas
pu te rencontrer.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

On a vu souvent
rejaillir le feu
d'un ancien volcan
qu'on croyait trop vieux.
Il est paraît-il
des terres brûlées
donnant plus de blé
qu'un meilleur avril,
et quand vient le soir
pour qu'un ciel flamboie
le rouge et le noir,
ne s'épousent-ils pas.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Ne me quitte pas,
je ne vais plus pleurer,
je ne vais plus parler.
Je me cacherai là,
a te regarder,
danser et sourire,
et à t'écouter
chanter et puis rire.
Laisse-moi devenir
l'ombre de ton ombre
l'ombre de ta main
l'ombre de ton chien
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.

martes, 20 de abril de 2010

De Garcilaso, un soneto


Soneto V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
_

domingo, 18 de abril de 2010

Vierte, corazón tu pena

Vierte, corazón, tu pena
donde no se llegue a ver,
por soberbia, y por no ser
motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
porque cuando siento el pecho
ya muy cargado y deshecho,
parto la carga contigo.

Tú me sufres, tú aposentas
en tu regazo amoroso,
todo mi amor doloroso,
todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
en enturbiar tus corrientes
con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
la tierra, y sin odio, y puro,
te arrastras, pálido y duro,
mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina
al cielo limpia y serena,
y tú me cargas mi pena
con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
de echarme en ti te desvía
de tu dichosa armonía
y natural mansedumbre;

porque mis penas arrojo
sobre tu seno, y lo azotan,
y tu corriente alborotan,
y acá lívido, allá rojo,

blanco allá como la muerte,
ora arremetes y ruges,
ora con el peso crujes
de un dolor más que tú fuerte,

¿Habré, como me aconseja
un corazón mal nacido,
de dejar en el olvido
a aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios
adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
o nos salvamos los dos!

(José Martí)



Hijo de padres españoles, de clase humilde, radicados en Cuba, nació en la Habana el 28 de enero de 1853.
Estudió bajo el cuidado del poeta Rafael María de Mendive quien detectó muy pronto su gran talento.
A los dieciséis años fue encarcelado por sus ideas revolucionarias y posteriormente indultado y deportado a España.
Continuó su educación en la Universidad de Zaragoza donde se licenció en las carreras de Filosofía y Letras y en Derecho, ambas en 1874.
Vivió luego en México y Guatemala, regresando a Cuba de donde fue nuevamente desterrado en 1879.
Durante su exilio en EE.UU. se dedicó al periodismo y fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892.
Como escritor fue el precursor del modernismo latinoamericano, representado en numerosas obras entre las que se destacan, Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891) y Versos libres en 1892.
Murió en combate en 1895 durante su lucha contra las tropas españolas en Dos Ríos, actual provincia de Granma, en el oriente cubano.

© amediavoz.com

miércoles, 14 de abril de 2010

Belleza


Toda belleza es como un rayo y vestigio de la inmensa hermosura de Dios; por eso la recibimos como un bien, la admiramos, y del mismo modo que la belleza divina produce amores verdaderos, su imagen produce la imagen de éstos.
(…) Pensemos también que la bondad del autor de todas las cosas fue la que le movió a realizar la creación de obra tan grande, y que la belleza no es sino un rayo de esa bondad difundido por todo el mundo.

Juan Luis Vives, Tratado del alma.

martes, 13 de abril de 2010

El valor de la palabra


Cambiar el sentido de las palabras es el primer paso para deformar la realidad. Es una trampa que puede acarrear graves daños para millones de ciudadanos que nos podemos sentir arrastrados por el cambio inadvertido del lenguaje.

Hace veinticinco siglos, Confucio mantuvo largas conversaciones con sus discípulos chinos hablando del valor de las palabras. Cuando alguien le preguntó qué haría si llegara a gobernar el gran país asiático respondió que escribiría una enciclopedia en la que cada palabra tuviera su significado.

Es el principio básico de toda civilización. Claudio Magris pone en boca del protagonista de su última novela, A Ciegas, que "sin palabras y sin fe en las palabras no se puede vivir; perder esa fe quiere decir ceder, abandonarlo todo".

Cambiar el sentido de las palabras equivale a una gran catástrofe que puede conducir a horribles tragedias. Lo comprobamos en el siglo pasado cuando la democracia, la libertad y la justicia fueron conceptos que deformaron la realidad.


Shakespeare, que ponía palabras a las pasiones, las traiciones, las grandezas y las vilezas de los humanos, era algo más que el más grande de los dramaturgos. Era un filósofo que todavía hoy nos envía lecciones sobre el comportamiento de las personas.


Cambiar el sentido de las palabras, como dijo Montaigne y más tarde Lewis Carroll, es el primer paso para deformar la realidad. Es una trampa que puede acarrear graves daños para millones de ciudadanos que nos podemos sentir arrastrados por el cambio inadvertido del lenguaje.


"Nosaltres, ben mirat, no som més que paraules", escribía el poeta Miquel Martí i Pol. Las palabras no se las lleva el viento. Pueden circular de un espacio cultural a otro, pero no pueden perder su significado porque corren el riesgo de causar grandes desgracias.


Cuánta violencia se ha perpetrado en nombre de la paz, del bien, de la patria, del orden, de las leyes, del terrorismo. El filósofo Tsvetan Todorov, por ejemplo, desarrolla un interesante discurso sobre cuánto mal se ha cometido en la historia en nombre del bien.

Un niño muerto por una bomba arrojada por un ejército de un país democrático para liberar a una sociedad oprimida por un tirano, sigue siendo una víctima inocente. Que Arnaldo Otegi nos hable de libertad y de democracia es insoportable. Tan insoportable como escuchar a Bush, Blair y compañía cuando pretendían democratizar Oriente Medio a golpe de misiles y bajo el grito "conmoción y pavor" de Donald Rumsfeld.

Copio el fragmento de un diálogo entre Antoine Spire y George Steiner, titulado La barbarie de la ignorancia, en la que cuenta que en la época de Breznev "había una joven rusa en una universidad, especialista en literatura románica inglesa. La metieron en un calabozo, sin luz, sin papel ni lápiz, a causa de una delación idiota y completamente falsa, ni falta hace aclararlo. Conocía de memoria el Don Juan de Byron con sus más de treinta mil versos. En la oscuridad lo tradujo mentalmente en rimas rusas. Salió de la prisión habiendo perdido la vista, dictó la traducción a una amiga y esa es ahora la gran traducción rusa de Byron. Ante ello, me digo varias cosas. En primer lugar, que la mente humana es totalmente indestructible. En segundo lugar, que la poesía puede salvar al hombre hasta en lo imposible".

Si perdiéramos el sentido y el valor de la palabra volveríamos a la barbarie.


Lluís Foix

La Libreta (en La Vanguardia digital)
04/04/2007

sábado, 10 de abril de 2010

Roban un Sorolla

Roban la obra 'Santero de la cofradía' de Sorolla del Museo Benlliure.
La tabla del año 1913 tiene inscrita una dedicatoria del pintor valenciano a su discípulo: «A mi amigo Peppino Benlliure»

Más de 250 obras atesora el Museo Benlliure de Valencia. Son piezas de José Benlliure Gil; de su hijo, Peppino Benlliure (fallecido en 1916 a los 30 años de edad, discípulo de su padre y del autor de 'Visión de España') y de prestigiosos autores, como el propio Sorolla, Muñoz Degraín y los hermanos Blas, entre otros.
El centro, situado en la calle Blanquerías, se coló ayer en la lista de museos 'tocados' por los ladrones. La tablilla 'Santero de la cofradía', obra del maestro de la luz, fue sustraída de la sala Sorolla del Museo Benlliure, situada en la planta baja de la casa.

A última hora de la tarde, cuando los dos funcionarios que trabajan en la institución municipal realizaron la preceptiva revisión de los fondos, descubrieron que faltaba una pieza. A los pocos minutos, la Policía Local y la Científica se personaron en el Museo Benlliure. Fuentes municipales destacaron las «férreas medidas de seguridad» del centro. En todas las salas están instaladas cámaras de vídeo y un vigilante no abandona el edificio durante el horario de visitas.

Desde el Consistorio confían que el visionado de las imágenes registradas por las cámaras de seguridad arrojen pistas sobre quién o quiénes han sustraído la obra de Sorolla del Museo Benlliure.
La pieza, de 19,5 x 13 centímetros, muestra el interior de una estancia ilumina por la luz que llega desde un portalón y que ilumina al santero, que está situado de perfil. La tabla, además, lleva inscrita en el extremo inferior izquierda la siguiente leyenda: «A mi amigo Pepino Benlliure».
La relación de Sorolla con la familia Benlliure fue estrecha. Peppino fue discípulo de Joaquín Sorolla y acompañó a su maestro en distintos viajes, ayudándole en sus exposiciones y siendo el encargado de redirigir las obras de decoración de la casa que construyó Sorolla en Madrid.

Una casa valenciana

La casa museo Benlliure es un auténtico lujo de vivienda típica del siglo XIX valenciano, totalmente restaurada, que sirve como bonito documento histórico y social. Responde a la realidad de la burguesía media alta de aquellos tiempos que consta de dos plantas y altillos, acompañado por un precioso jardín mediterráneo (plantado por el mismo José Benlliure) y por lo que supone que fue el estudio del pintor.

En el museo se pueden ver numerosas obras (pinturas, esculturas, dibujos o piezas de cerámica) de la familia Benlliure, tanto de José como de Mariano o de Peppino, que nació en Roma.
Los fondos se exponen, en la medida de lo posible, tal y como figuraban mientras vivía José Benlliure. Se ha respetado su distribución y el mobiliario de las salas con el fin de no desvirtuar el carácter retrospectivo y testimonial que mantiene este museo memorial. Los estudios de José y Peppino se conservan con el abigarramiento que dispusieron sus originales propietarios, y en ellos también se dispone de un amplio abanico de colecciones de cerámicas, tejidos, armas, instrumentos musicales, libros y antigüedades.

En el año 1914 José Benlliure se instalaba en esta casa, un lugar que con el transcurso del tiempo y el paso de los años tendría que convertirse en un punto de referencia para el mundo del arte y de la cultura en Valencia, por su amplia colección y su influencia en el arte de la época. El patriarca de la familia Benlliure, nacido en Valencia (El Canyamelar) en 1855, falleció en esta residencia en 1937, a los 82 años de edad.
Se trata de una casa burguesa propia del momento; sala de visitas, despacho, gabinete de pinturas, comedor y dormitorio, en la que se ubican una gran diversidad de objetos, además de las propias obras de los pintores titulares de la casa. El museo está compuesto, además, por un bello jardín propio de la época que desvela un carácter intimo.

En el museo se pueden ver todo un conjunto de bienes muebles de la época, muebles, lamparas, alfombras y enseres domésticos de los que vivía rodeado, sus libros y piezas arqueológicas de su colección privada.



martes, 6 de abril de 2010

Las rosas


Si tu frescura a veces nos sorprende tanto
dichosa rosa,
es que en ti misma, por dentro,
pétalo contra pétalo, descansas.

Conjunto bien despierto cuyo centro
duerme, mientras se tocan, innumerables,
las ternuras de ese corazón silencioso
que suben hasta la extrema boca.

(Rainer María Rilke)
_

sábado, 3 de abril de 2010

El hombre y el árbol

Por Salvador de Madariaga

Capítulo del libro que el ilustre polígrafo, diplomático, historiador, Salvador de Madariaga (+1978) editó en 1951, titulado Bosquejo de Europa (Editorial Hermes, México, 1951). Ahora, a más de medio siglo de distancia, resulta muy curioso leer. Más que sus ideas políticas -un tanto embarulladas- nos interesa su faceta de escritor brillante. Madariaga fue –entre otras muchas cosas- profesor de Literatura en Oxford, creador de parábolas alegóricas llenas de sentido antropológico, histórico y poético, con sugerencias de gran belleza e interés y, por supuesto, con los límites inherentes a este género literario. Se lee con gran placer, como ésta que aquí reproducimos.

El hombre es un árbol que se ha metido en el tronco las raíces y la tierra y ha echado a andar; que no es mero capricho de la lengua el llamar tronco a la parte unitaria y central del cuerpo. Hasta aquí lo meramente vegetativo. Pero el hombre es también un árbol en lo espiritual, si bien esto requiera una contemplación más atenta de esa maravilla de la naturaleza que es un árbol.

Hay sin duda gentes realistas (gentes, dicho sea de paso, que ni por asomo sospechan lo que es la realidad) que negarán que un árbol sea espíritu. Bueno será que lo mediten bien; porque, en la realidad de verdad, los árboles, como los seres humanos, poseen carácter; y, precisamente como los seres humanos, carácter a la vez colectivo e individual.



El carácter colectivo de los árboles resalta tan claro que define la especie a nuestra intención de modo quizá más concreto y desde luego más inmediato que sus rasgos biológicos la definen al intelecto. Pocas personas, fuera de los especialistas, distinguen las especies arbóreas por las características específicas de Linneo; cualquier hijo de vecino es capaz de apuntar con el dedo la encina o el pino. ¿Cómo negar que el sauce, el álamo, el roble y el ciprés expresan "humores" o estados de ánimo de DiosPoeta tan claramente como Pedro Crespo, Segismundo, Hámlet o Don Quijote expresan estados de ánimo de Calderón, Shakespeare y Cervantes? Esta facultad, este poder de determinar en nosotros estados de ánimo claros y concretos reside en el árbol como individuo de su especie y, por lo tanto, define el carácter de su especie, es decir su carácter colectivo.

Pero, además de este carácter de especie (que semeja al carácter nacional en los humanos), los ár boles poseen también un carácter individual. Hay en todos los sauces algo de común, y que tiende a evocar en todos nosotros la misma reacción; pero con todo, va mucho de sauce o sauce, de roble a roble, de ciprés a ciprés; de modo que, para el observador receptivo, cada árbol lleva en su tronco, ramas, follaje, raíces visibles, la estampa de un destino personal, el reflejo de sus circunstancias y ambiente, y hasta un no sé qué que parece decir si es feliz o desgraciado. Esto, a su vez, semeja al carácter individual o personal que cada uno posee dentro de su carácter nacional.

Así, pues, al hacer ante el hombre el vistoso alarde de su incomparable riqueza arbórea, el Espíritu que da vida a todas las cosas nos da a entender que el hombre no ha de tomar los árboles por mera bambolla decorativa del teatro en que se cree primer actor (y aun director a veces); sino que, por el contrario, existe entre los hombres y los árboles honda fraternidad que los hombres deben contemplar y considerar atentamente.

Ahora bien, la estructura del árbol comprende tres partes: las raíces, el tronco y las ramas. Cada una de estas tres partes tiene su función propia. Con vigor impresionante, las raíces se adentran en la tierra, de cuyo fondo oscuro extraen alimento para mantener la vida de todo el árbol. En la selva, las raíces de los árboles que crecen juntos pronto entretejen un mundo soterraño común, pluralidad de pluralidades que labora en oscura anonimidad para los troncos y follajes que la luz y el aire bañan.

De esta pluralidad oscura hundida en el secreto de la tierra surge hacia el aire, la luz y los cielos azules, la unidad robusta del tronco. Nada de anonimidad; de oscuridad, de pluralidad. El tronco se afirma a sí mismo en individualidad inconfundible; vy tan singular que sin darse cuenta asume y hasta usurpa la representación de todo el árbol, de modo que el que no para mientes cae fácilmente en el error de tomar raíces y ramas por meros accidentes, apéndices o desarrollos del tronco. El tronco es la columna de la fuerza del árbol, la personificación de su individualidad. La voluntad paciente y resuelta del tallo lo hace crecer siempre en la prolongación del radio de la tierra, es decir, según la vía más directa hacia el cenit, símbolo maravilloso de la ambición humana. Gracias a esa voluntad vegetal que no se deja engañar ni distraer de la vertical por los declives del terreno, el tronco conquista al árbol un lugar en la tierra, y lo eleva hasta el aire y al sol.

Pero, ¿para qué serviría toda esta unidad si no volviera a dividirse y diversificarse en el follaje" Y así el árbol refleja en el aire y la luz, hacia el cielo, el diseño que en las raíces había realizado hacia el centro de la tierra. El árbol es pues una concepción, en cierto modo simétrica: en su centro es individualizado, unitario, personal; hacia abajo y hacia arriba se abre en ramas de diversidad que disuelven la unidad del tronco en la oscura anonimidad de la tierra y en la luminosa anonimidad del aire diáfano y del cielo azul.

¡Qué humano es todo estol Parece como si la naturaleza repitiera las palabras arriba estampadas: "El hombre es un árbol que se ha metido en el tronco las raíces y la tierra y ha echado a andar." Y, como el árbol, el hombre es simétrico, si bien tan sólo en su estructura psíquica: en el centro, el tronco robusto y vertical de su ser o su "sí" individual y unitario; hacia abajo y hacia arriba, ramas de diversidad que lo disuelven en el pasado anónimo y común de la sangre ancestral; y en el cielo diáfano y universal del espíritu.

El follaje de los árboles es el laboratorio natural en que se realiza el milagro más maravilloso de la vida el milagro constante sobre el que toda vida en la tierra reposa: la transmutación de la energía solar en energía química que a su vez transmuta al óxido carbónico en azúcar. Así pues la voluntad rectilínea de toda la planta desde sus tiempos más primitivos de mera simiente en buscar por el camino más corto la luz del sol, tiene por causa esta misteriosa facultad de la hoja que transmuta la luz en sustancia aprovechable para el tejido vegetal. Y aquí también vislumbramos una armonía natural entre el árbol y la psique humana; pues también el hombre, sustentado por raíces oscuras en una tierra ancestral, sobre la cual eleva su tronco de individuo consciente y voluntario, busca de instinto cómo diversificarse en follaje de intuición que aumente su contacto con la luz celeste para mejor absorberla e iluminar mejor su espíritu.

Ya Bernal Díaz, un gran intuitivo, hablaba de un compañero que tenía "un ramo de locura". El aura de los santos es mera estilización de un follaje invisible pero real que el hombre lleva en torno a la cabeza; los cuernos de marido engañado, símbolo universal, son también percepción popular directa de esta realidad supra cefálica del hombre, ¿y cómo no darse cuenta de su vigor al contemplar cómo sombreros, salidos idénticos de la tienda, toman un aire distinto según la cabeza que los arbora?

Porque el sombrero es, de todas las prendas, la más plástica al espíritu. El follaje espiritual del hombre se expresa en el sombrero de modo maravilloso. ¿Para qué comentar este hecho aludiendo y glosando sombreros de mujeres?

El tema sería demasiado fácil y trillado. Me limitaré a contar el cuento de la mujer de un clergyman inglés que, deseando comprarse un sombrero parisién, aunque dentro de los límites que le imponía la profesión de su marido, explicó: Je voudrais un chapean tres chaste: e"est pour la f emme d"un curé...

Chaste , decía, y con razón, porque hay sombreros castos, como los hay frívolos y hasta obscenos. Pero erraba en imaginar que la castidad o el descaro del sombrero se compran en la tienda; no, en materia de sombreros los rasgos morales vienen de la cabeza que lo lleva. Póngase un cordobés a una puritana, y vencerá lo puritano de la cabeza a lo flamenco del chapeo; mientras que una mujer de rompe y rasga es capaz de enardecer a toda una plaza de toros con un tricornio de guardia civil.

Y no hablemos de los sombreros de hombre. El universal "homburgo", que ha desterrado al hongo que había desterrado a la chistera, toma el espíritu de quien lo lleva con maravillosa plasticidad. El manirroto y el avaro, el noble y el plebeyo, el de grandes miras y el minucioso, el burgués y el bohemio, el financiero y el artista, todas las modalidades del ser humano se expresan en la forma y el aire que un mismo sombrero toma al cabo de unas semanas o hasta días. Póngase uno de estos sombreros a un musulmán y se hace turbante, a un japonés y se torna toca de samurai.

EUROPA COMO INTELECTO Y VOLUNTAD

Europa fue antaño una vasta selva; y, aun hoy, el que la mira de lo alto de un avión se apercibe de lo mucho que queda de la floresta original, tanto que la Europa humana, la de las ciudades, pueblos, caseríos, y caminos que los entretejen, viene a ser apenas como una calvicie incipiente en el bosque único que cubre el continente.

Nada pues de extraño que esta Europa humana que vive en el seno de la Europa selvática se presente a la imaginación como una selva de árboles...

viernes, 2 de abril de 2010

Soneto a Cristo crucificado

Cristo crucificado de Diego Velázquez, 1639.
Óleo sobre lienzo. 249 cm x 170 cm
Museo del Prado, Madrid (España)

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno, tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo español (Siglo XVI)
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jueves, 1 de abril de 2010

Sócrates según Romano Guardini

Uno de los dogmas de la postmodernidad es que la religión es sólo un mito, una especie de adormidera con la que paliar las aristas de la vida. Por ello, resulta más que interesante el ensayo Sócrates y Platón, un texto inédito del pensador y maestro alemán Romano Guardini, en el que aborda la relación entre mito y verdad, y en el que es fácil observar trazas de la novedad que supuso la entrada de Cristo en la historia de los hombres. Publicamos varios párrafos del prólogo del libro, a cargo del catedrático de Filosofía profesor Berti:

«Nadie ha sentido tanto la muerte de Sócrates como Kierkegaard, exceptuando una sola persona –cabe decir que su antitipo–: Nietzsche. Para Nietzsche, Sócrates fue el disgregador de la certeza, de la seguridad de los instintos, característica del antiguo mundo griego. Para Kierkegaard, en cambio, Sócrates fue el hombre que hizo prorrumpir el espíritu y que estimuló al hombre griego, todavía natural, a encontrar su propio yo»: ésta es la interpretación que Romano Guardini hace de la figura de Sócrates. Para él, Sócrates es el crítico de la religión griega tradicional, que estaba en crisis en su tiempo, debido a la crisis en la que se hallaba inmersa la misma polis, a la que estaba indisolublemente ligada la religión.

Guardini revela cómo Sócrates, con su palabra y con su vida, constituye un peligro para el ordenamiento civil ateniense, fundado sobre aquella misma religión, y que, por tanto, es del todo comprensible el proceso que se llevó a cabo contra él. En este asunto, observa Guardini que Kierkegaard y Nietzsche están, en el fondo, de acuerdo: Sócrates había destruido la vieja Grecia. Lo que para Kierkegaard constituía un motivo de admiración –de tal manera que coloca a Sócrates a la altura de Cristo–, para Nietzsche supuso un motivo para odiarle, como asesino de la espontaneidad y de la vitalidad griegas. Los acusadores de Sócrates fueron, según Kierkegaard, ejecutores de un destino querido por Dios; para Nietzsche, fueron defensores de un mundo resplandeciente pero abocado ya a un trágico declive.

La tesis de Guardini concuerda con tales interpretaciones, pero es del todo original su modo de interpretar el famoso daimonion socrático, esto es, la voz interior que lleva a Sócrates a realizar determinadas acciones; para Guardini, no se trata de la voz de la conciencia –despreciada por Nietzsche–, sino el signo de una misión divina confiada a Sócrates. De este modo, estaría convencido de llevar a cabo una misión confiada por un dios. Por este motivo, su discurso de autodefensa delante de sus acusadores no fue eficaz, sino que provocó a los jueces y, de alguna manera, les indujo a condenarlo.

En este asunto, Guardini está de acuerdo con Nietzsche: Sócrates quiso morir. De este modo, Sócrates contrapone a los viejos dioses de la tradición mitológica una nueva divinidad, más pura, simbolizada por Apolo, que le habla a través de la voz del daimonion. Tanto Sócrates como su acusador Meleto expresan una exigencia religiosa, y ambos, cada uno a su modo, tienen razón: en eso consiste el carácter trágico, inevitable, de la suerte de Sócrates.

«Tenemos aquí –escribe Guardiniuna época de decadencia, pero todavía llena de valores; y frente a ella un hombre llamado a cosas nuevas, pero que con su atrevimiento tritura el pasado. La verdadera tragedia de esta situación es lo irreconciliable de fuerzas y valores contrapuestos».

Enrico Berti

Nur wer die Sehnsucht

Lied de Tchaikovsky y letra de Goethe:




Nur wer die Sehnsucht kennt
Weiß, was ich leide!
Allein und abgetrennt
Von aller Freude,
Seh ich ans Firmament
Nach jener Seite.

Ach! der mich liebt und kennt,
Ist in der Weite.
Es schwindelt mir, es brennt
Mein Eingeweide.
Nur wer die Sehnsucht kennt
Weiß, was ich leide!

¡Sólo el que ha conocido la nostalgia
sabe lo que yo sufro!
Sólo y alejado de toda alegría,
miro el vacío del firmamento.

Quien me ama y me conoce está lejos.
Siento vértigo, me queman las entrañas.
¡Sólo aquél que conoce la nostalgia
sabe lo que yo sufro!