sábado, 31 de julio de 2010

Non nobis, Domine

Deliciosas son las bandas sonoras de Patrick Doyle que acompañan a películas que han hecho historia en el cine. Me gusta especialmente esta pieza de Enrique V:

miércoles, 28 de julio de 2010

La grandeza de vivir

Dicen que la vejez no es sino acumulación de juventud. Pero yo creo que hay "jóvenes viejos", "viejos jóvenes", y los "siempre jóvenes". Estos últimos, sin duda, son los mejores. Supongo que para llegar a ese estado hace falta mucha generosidad para olvidarse de uno mismo, vivir al día y buenas dosis de sentido del humor. Según los sabios, reírse, sobre todo de uno mismo, alarga la vida.

Sólo ves las cosas como son cuando estás a punto de irte, entonces es como si las vieras por primera vez, y todo parece brillar.
Esta frase está sacada de la película irlandesa How about you. En español ha sido sabiamente traducido el título como La grandeza de vivir. Divertida enseñanza sobre la amistad, la generosidad, el paso de tiempo... El argumento tiene lugar en una residencia de ancianos, y me ha gustado especialmente por haber vivido situaciones muy similares en los últimos 4 años de mi vida. No por ser una anciana residente en una de ellas, sino por ser una joven (espero serlo siempre) que acudía a diario a visitarla.

Te das cuenta de que la vida es muy corta, y que al final si no has construido tu vida sobre la roca firme de principios sólidos, no queda nada. Ni títulos, ni dinero, ni carreras, ni... pueden comprar el paso del tiempo.

Cuánto podemos aprender de los ancianos, y también ellos de nosotros. Así que recomiendo esta entrañable película. La mejor interpretación para mi gusto: la inconmesurable Wanessa Redgrave.


sábado, 24 de julio de 2010

Alfons Mucha


Tal día como hoy, hace 150 años nacía en Moravia el artista Alfons Mucha, uno de los máximos exponentes del Art Nouveau y refinado ilustrador de publicidad.

viernes, 23 de julio de 2010

Dream a little dream of me

Si alguien conoce un dúo que interprete mejor esta canción, que hable.
Insuperables:



Stars shining bright above you,
Night breezes seem to whisper, "I love you",
Birds singing in the sycamore tree,
"Dream A Little Dream Of Me".

Just say "goodnight" and kiss me,
oh, hold me tight and tell me you miss me;
while I'm alone and blue as can be,
Dream A Little Dream Of Me.

Stars fading, but I linger on, dear,
still craving your kiss;
I'm longing to linger till dawn, my dear,
just saying this:

Sweet dreams till sunbeams find you,
sweet dreams that leave all worries behind you,
but in your dreams whatever they be,
Dream A Little Dream Of Me.

Say "nightie-night" and kiss me,
oh, hold me tight and tell me you miss me;
while I'm alone and blue as can be,
Dream A Little Dream Of Me.

Dream A little dream of you and me.

lunes, 19 de julio de 2010

Marinero en tierra


DÍA DE AMOR Y BONANZA

Que eres loba de mar y remadora,
Virgen del Carmen y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.

Que eres mi timonel, que eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en la frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.

Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen! cuando la escollera
parata la frente en dos de mi navío,

loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío.

(Soneto de Rafael Alberti en su poemario Marinero en tierra)

sábado, 17 de julio de 2010

Validation

Validation es un cortometraje realizado en 2007. Protagonizada por Vickiy Davis y T.J. Thyne.
Guión, dirección y música de Kurt Kuenne.
Apenas 16 minutos obre el poder de la sonrisa y la capacidad que todos tenemos para hacer felices a los demás.
Si todos nos esforzásemos en sacar y fomentar lo mejor de cada una de las personas que nos rodean el mundo sería una delicia.



miércoles, 14 de julio de 2010

Joseph Mallord William Turner


Joseph Mallord William Turner, 1775-1851. 

Pintor británico. Artista precoz, estudió con Thomas Malton en la Real Academia (1789-1793), de la que sería profesor de perspectiva (1807) y presidente (1845). 
Expuso por primera vez acuarelas en 1790, y pinturas al óleo en 1796. 
Formado en la tradición topográfica, dirigió su actividad pictórica hacia los temas paisajísticos de tema romántico, afirmándose sobre todo como acuarelista. 

Viajó por País de Gales y Escocia, y durante algún tiempo residió en Suiza, donde realizó sus primeros paisajes alpinos. Sus numerosos cuadros al óleo revelan la predilección por los marinistas holandeses del siglo XVII y por la obra de los clasicistas franceses (Claudio de Lorena y Nicolas Poussin), cuya obra estudió durante su estancia en París. 

En los primeros decenios del siglo XIX Turner pintó pasajes históricos, como La Muerte de Nelson (Galería Tate, Londres), pero centró sus preferencias artísticas en la investigación de la luz y la atmósfera de paisaje (Lluvia, niebla, velocidad, Galería Nacional, Londres). 

Los paisajes que Turner realizó en su última etapa en Petworth (Sussex), durante las frecuentes visitas a la mansión del conde Egremont, su amigo y mecenas, constituyen lo más estimable de su obra (Mañana después de la tormenta, Amanecer en el castillo de Norma, Puesta de sol en el mar, Galería Nacional, Londres); se caracterizan por la intensa luminosidad de los efectos atmosféricos y por la nueva y audaz libertad compositiva y constituyen uno de los logros más felices en la búsqueda de los aspectos “sublimes” de la pintura romántica. 

La Galería Nacional y la Galería Tate de Londres poseen la mayor parte de su producción. También está representado en numerosos museos británicos y norteamericanos. 



lunes, 12 de julio de 2010

A Roma sepultada en sus ruinas

Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí propio el Aventino.

Yace, donde reinaba, el Palatino;
y limadas del tiempo las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.

Sólo el Tíber quedó, cuya corriente
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.

¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura.

(Francisco de Quevedo)

viernes, 9 de julio de 2010

Paul Claudel visto por sí mismo

"El hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques" (Art poétique). Estas palabras de Paul Claudel definen admirablemente lo que fue la esencia de la vida de este gran poeta y dramaturgo francés. En ellas está fijada su trayectoria vital en toda su síntesis y profundidad. Son palabras de uno de los grandes poetas de este siglo, son pues pórtico y también desarrollo de algo intensamente vivido.

Claudel luchó durante su existencia en la búsqueda de su verdadera vida, pero también fue la misma vida la que le golpeó encaminándole por sendas y cimas que jamás hubiera alcanzado por su propio pie.

Nació en 1868. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, después empezó la carrera diplomática, representando a su país brillantemente por todo el mundo.

Hijo de un funcionario y de una campesina, fue el más pequeño de una familia compuesta por dos hermanas más. El ambiente en que se desarrolla su vida le marcará con fuerza en su infancia y adolescencia. Siempre recordará sus primeros años con cierta amargura: un ambiente familiar muy frío le lleva a replegarse sobre sí mismo y, como consecuencia, a iniciarse en la creación poética. Paul Claudel se hace en la soledad; ésta le marcará para toda su vida.

También incidirá con fuerza en su espíritu el ambiente de Francia en su época: profundamente impregnado por la exaltación del materialismo y por la fe en la ciencia. Las lecturas de Renan, Zola... y especialmente su paso por el liceo Louis-le-Grand y la visión de la muerte de su abuelo, crean en él un estado de angustia en el que la única certeza es la de la nada en el más allá. Allí se hunde en el pesimismo y la rebeldía.

En medio de ese aire enrarecido y de esa ausencia de horizontes, el joven Claudel se ahoga, y su inquietud hace que no se resigne a morir interiormente. Busca aire desesperadamente: le llegan bocanadas en la música de Beethoven, y de Wagner, en la poesía de Esquilo, Shakespeare, Baudelaire; y, de repente, la luz de Arthur Rimbaud:
"Siempre recordaré esa mañana de junio de 1886 en que compré el cuaderno de La Vogue que contenía el principio de Las iluminaciones. Fue realmente una iluminación para mí. Finalmente salía de ese mundo horrible de Taine, de Renan y de los demás Moloch del siglo XIX, de esa cárcel, de esa espantosa mecánica totalmente gobernada por leyes perfectamente inflexibles y, para colmo de horrores, conocibles y enseñables. (Los autómatas me han producido siempre una especie de horror histérico). ¡Se me revelaba lo sobrenatural!"
(J. Rivière et P. Claudel: Correspondance (1907-1914). 142).

Fue el encuentro con un espíritu hermano del suyo, pero que le abría inmensas perspectivas a su vida más profunda y personal que hasta ese momento desconocía. Pero su habitual estado de ahogo y desesperación continuó siendo el mismo.

Y ese mismo año, el acontecimiento clave en su vida: es la Navidad de 1886. Él mismo narrará, veintisiete años después, lo sucedido:

"Así era el desgraciado muchacho que el 25 de diciembre de 1886, fue a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes. Con esta disposición de ánimo, apretujado y empujado por la muchedumbre, asistía, con un placer mediocre, a la Misa mayor. Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las Vísperas. Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicholas-du-Cardonet que les acompañaban, estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía.

Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción.

¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones filosóficas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba. La única comparación que soy capaz de encontrar, para expresar ese estado de desorden completo en que me encontraba, es la de un hombre al que de un tirón le hubieran arrancado de golpe la piel para plantarla en otro cuerpo extraño, en medio de un mundo desconocido. Lo que para mis opiniones y mis gustos era lo más repugnante, resultaba ser, sin embargo, lo verdadero, aquello a lo que de buen o mal grado tenía que acomodarme. ¡Ah! ¡Al menos no sería sin que yo tratara de oponer toda la resistencia posible!

Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas. El pensamiento del infierno, el pensamiento también de todas las bellezas y de todos los gozos a los que tendría que renunciar -así lo pensaba- si volvía a la verdad, me retraían de todo.

Pero, en fin, la misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón. Yo sólo conocía por Renan la historia de Jesús y, fiándome de la palabra de ese impostor, ignoraba incluso que se hubiera declarado Hijo de Dios. Cada palabra, cada línea, desmentía, con una majestuosa simplicidad, las impúdicas afirmaciones del apóstata y me abrían los ojos. Cierto, lo reconocía con el Centurión, sí, Jesús era el Hijo de Dios. Era a mí, a Paul, entre todos, a quien se dirigía y prometía su amor. Pero al mismo tiempo, si yo no le seguía, no me dejaba otra alternativa que la condenación. ¡Ah!, no necesitaba que nadie me explicara qué era el Infierno, pues en él había pasado yo mi "temporada". Esas pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo. ¿Y qué me importaba el resto del mundo después de este ser nuevo y prodigioso que acababa de revelárseme?"
(Ma conversion. 10-13.)

Una carta de 1904 a Gabriel Frizeau demuestra que el recuerdo de ese instante de Navidad estaba ya fijado entonces:
"Asistía a vísperas en Notre-Dame, y escuchando el Magnificat tuve la revelación de un Dios que me tendía los brazos".

"Así hablaba en mí el hombre nuevo. Pero el viejo resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. ¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el respeto humano. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres... manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos, me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba, incluso, la violencia que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme.

No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".

Paul-André Lesort

miércoles, 7 de julio de 2010

Little trip to heaven


Little trip to heaven on the wings of your love.
Banana moon is shining in the sky.
Feel like I'm in heaven when you're with me,
know that I'm in heaven when you smile
though we're stuck here on the ground.
I got something that I've found,
and it's you

I don't have to take no trip to outer space.
All I have to do is look at your face,
and before I know it, I'm in orbit around you.
Thanking my lucky stars that I've found you
when I see your constellation,
honey, you're my inspiration,
and it's you

You're my North Star when I'm lost and feeling blue
The sun is breaking through the clouds,
don't you don't you know it's true?
Honey, all the other stars seem dim around you
Thanking my lucky stars that I've found you
When I see your smiling face,
honey, I know nothing ever gonna take your place,
and it's you

And it's you, and it's you
And it's you, and it's you
And it's you
And it's you
And it's you


(Tom Waits)

domingo, 4 de julio de 2010

Decálogo del artista

I. Amarás la belleza, que es la sombra de Dios sobre el Universo.

II. No hay arte ateo. Aunque no ames al Creador, lo afirmarás creando a su semejanza.

III. No darás la belleza como cebo para los sentidos, sino como el natural alimento del alma.

IV. No te será pretexto para la lujuria ni para la vanidad, sino ejercicio divino.

V. No la buscarás en las ferias ni llevarás tu obra a ellas, porque la Belleza es virgen, y la que está en las ferias no es Ella.

VI. Subirá de tu corazón a tu canto y te habrá purificado a ti el primero.

VII. Tu belleza se llamará también misericordia, y consolará el corazón de los hombres.

VIII. Darás tu obra como se da un hijo: restando sangre de tu corazón.

IX. No te será la belleza opio adormecedor, sino vino generoso que te encienda para la acción, pues si dejas de ser hombre o mujer, dejarás de ser artista.

X. De toda creación saldrás con vergüenza, porque fue inferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso de Dios, que es la Naturaleza.

(Gabriela Mistral)

viernes, 2 de julio de 2010

Torna a Surriento




Vide ‘o mare quant’è bello,
spira tantu sentimento,
comme tu a chi tiene mente,
ca scetato ‘o faie sunnà.

Guarda, gua’, chistu ciardino;
siente, sie’ sti sciure arance:
nu profumo accussi fino
dinto ‘o core se ne va…

E tu dice: “I’ parto, addio!”
T’alluntane da stu core…
Da sta terra de l’ammore…
Tiene ‘o core ‘e nun turnà?

Ma nun me lassà,
nun darme stu turmiento!
Torna a Surriento,
famme campà!

Vide ‘o mare de Surriento,
che tesoro tene nfunno:
chi ha girato tutto ‘o munno
nun l’ha visto comm’a ccà.

Guarda attuorno sti Sserene,
ca te guardano ‘ncantate,
e te vonno tantu bene...
Te vulessero vasà.

E tu dice: “I’ parto, addio!”
T’alluntane da stu core
da sta terra de l’ammore
Tiene ‘o core ‘e nun turnà?

Ma nun me lassà,
Nun darme stu turmiento!
Torna a Surriento,
Famme campà!

Torna a Surriento,
Famme campà!