sábado, 27 de octubre de 2012

La muerte de la rosa

Plasmabas en el lienzo a Maya Plisetskaya. Yo te miraba absorta mientras las dos escuchábamos “la muerte del cisne”. ¿Acaso la música guiaba tu pincel?
La aguja del tocadiscos marcaba el final, mientras el disco seguía girando a la espera de poner “la cara b”. Tú no dejabas de pintar y yo, de puntillas, para no romper el hechizo de tu brazo volvía la aguja al principio. 

Hoy, que ya no estás, contemplo el cuadro terminado (como si una obra de arte se pudiese concluir). Y como si no hubiesen pasado 30 años, me llega el olor del óleo de tu paleta, la caja abierta repleta de pinceles y pinturas, y el sonido inconfundible del vinilo que marcó la banda sonora de mi infancia.

4 comentarios:

  1. Gracias, exquisito.

    Un beso.

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  2. Leer tu texto me ha emocionado.
    Cada frase está llena de belleza; si la historia es real o no, poco importa, porque es como una evocación propia.

    Gracias por compartirlo.
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Clarissa. Eres muy amable.
      Un abrazo.

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