martes, 29 de marzo de 2016

El río



Yo entré en Florencia. Era
de noche. Temblé escuchando
casi dormido lo que el dulce río
me contaba. Yo no sé
lo que dicen los cuadros ni los libros 
(no todos los cuadros ni todos los libros,
 sólo algunos), 
pero sé lo que dicen 
todos los ríos. 
Tienen el mismo idioma que yo tengo. 
En las tierras salvajes 
el Orinoco me habla y entiendo, 
entiendo historias que no puedo repetir. 
Hay secretos míos 
que el río se ha llevado, 
y lo que me pidió lo voy cumpliendo 
poco a poco en la tierra. 
Reconocí en la voz del Arno entonces 
viejas palabras que buscaban mi boca, 
como el que nunca conoció la miel 
y halla que reconoce su delicia. 
Así escuché las voces 
del río de Florencia, 
como si antes de ser me hubieran dicho 
lo que ahora escuchaba: 
sueños y pasos que me unían 
a la voz del río, 
seres en movimiento, 
golpes de luz en la historia, 
tercetos encendidos como lámparas. 
El pan y la sangre cantaban 
con la voz nocturna del agua.

Pablo Neruda

 

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