miércoles, 10 de marzo de 2010

Antonin Dvorák


Junto a Smetana, Dvorák es fundamental en la escuela nacionalista checa y en la época del nacionalismo posromántico.

Nació en Nelahozeves, junto al río Moldava, el 8 de septiembre 1841 y murió en Praga el 1 mayo 1904.
Primogénito en la numerosa familia de un posadero y carnicero, su propio padre le inició en la música.
Ingresó como violinista en la Orquesta Nacional Checa, dirigida por Smetana, y empezó a componer en serio, con un interés especial por la ópera. El primer éxito llegó el mismo año de su matrimonio, 1872, con el himno patriótico Los herederos de la montaña blanca.

Fue organista en la iglesia de S. Adalberto. Al solicitar del Estado austriaco una ayuda económica, las obras enviadas a Viena causaron tan buena impresión en el jurado que formaban el temido crítico Hanslick, Herbeck, director de la ópera Imperial y Brahms, que no sólo se le concedieron 400 florines durante cinco años, sino que se le abrió el mundo musical europeo, gracias a la influencia de Hanslick y sobre todo de Brahms, quien le presentó al editor Simrock y a Hans ven Bülow, que dirigió sus obras.

El Stabat Mater, compuesto en 1876 bajo la impresión de la muerte de tres de sus hijos en dos años, le consagró definitivamente. Lejos ya de las primeras influencias, alcanza su verdadero estilo, fundado tanto en los aires populares de su tierra como en el influjo de su admirado Brahms. Su popularidad fue aumentando. Era buen director y presentaba sus propias obras con éxito. Hizo nueve giras por Inglaterra donde, en 1891, la Universidad de Cambridge le nombró doctor honoris causa. Triunfó en Rusia con el apoyo de Chaikovski y en Alemania le popularizaron Bülow y Richter.

En 1892 fue a Nueva York como director del Conservatorio, pero a los tres años la nostalgia le hizo volver a Praga, donde fue profesor y director del Conservatorio, y el primer músico que perteneció al Parlamento austriaco. Cuando murió había recibido todos los honores posibles y era considerado como una gloria nacional. A pesar de ello, él siempre se creyó «un humilde músico bohemio», que se sentía feliz cuidando el jardín y las palomas en su pequeña finca campestre, y siempre con sus ingenuas aficiones infantiles, como su manía por las locomotoras, sustituida en Nueva York por la de los barcos.

Sus obras más difundidas son las relacionadas con su estancia en América: la Sinfonía en Mi menor (1893), llamada por el propio autor Del Nuevo Mundo, el Cuarteto negro en Fa mayor (1893) y el Concierto para violoncelo, terminado ya en Praga. Escribió que nunca había utilizado propiamente temas americanos, pero que, sin América, la sinfonía y el cuarteto no hubieran nacido.

Compuso diez óperas; la más conocida es Rusalka (1900). Oratorios y cantatas, poemas sinfónicos, oberturas, entre las que destaca Carnaval (1891), las Danzas eslavas (1878), escritas gracias al enorme éxito de las Danzas húngaras de Brahms, diversas obras sinfónicas, un Concierto para piano en Sol menor (1876), un Concierto para violín en La menor (1879), y el citado para violoncelo (1895).

La ordenación y numeración definitiva de sus nueve sinfonías se ha establecido hace poco tiempo. La Del Nuevo Mundo es ahora la novena. También es muy escuchada la Octava en Sol mayor (1889), antigua cuarta. En su numerosa obra de cámara destaca, además del Cuarteto negro, el Trío Dumky (1890). Son muy populares algunas páginas breves.

2 comentarios:

  1. Hola Ars Vitae; Acabo de descubrir tu blog. Veo que has comenzado hace poco. Un blog dedicado al arte... me encanta! Que tengas mucho éxito en la red y ánimo con el blog!

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  2. Gracias, eligelavida. Yo también espero que el blog lo vea mucha gente. Se bienvenido.

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