Emile Munier: Tierno abrazo, (detalle), 1887 |
Te digo, al llegar, madre
que tú eres como el mar;
que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma.
No es preciso medida
ni cálculo para el señalamiento
de ese cielo total;
el color, hora única,
la luz de tu poniente,
te sitúan, ¡oh madre!, entre las olas,
conocida y eterna en su mudanza.
Juan Ramón Jiménez
No conocía este poema, me encanta, y la imagen es una maravilla, la mirada del niño ¡preciosa!
ResponderEliminarBesos.
Gracias, amiga.
EliminarBesos.
¡Bellísimo!
ResponderEliminarMe identifico con la visión de madre que nos entrega el poeta. Mar y cielo, son inmensidad. Una visión serena desde la "ausencia" física pero, a la vez siempre presente.
Porque la madre nunca nos deja...
Sabias palabras las tuyas, Clarissa. Estoy de acuerdo.
EliminarLa madre, la propia,nunca se olvida. Y siempre se echa de menos. Es el lugar seguro.
ResponderEliminarFeliz Semana Santa y Pascua de Resurrección.
Un abrazo fuerte
Tú lo has dicho: el lugar seguro.
EliminarFeliz Semana Santa también para ti, Begoña.
Un abrazo.
Nada que añadir a los dicho por Clarisa y Begoña, eso y la música de Ravel que estaba escuchando, me han puesto algo melancólico. A una madre nunca se le olvida. Un abrazo.
ResponderEliminarEs normal el toque de melancolía. ¡Ánimo, dlt!
EliminarSaludos.