He entrado en unidad con la pradera;
camino del magnífico, entregado,
desplome de mi ser en lo divino.
He entrado en unidad con ese bosque
que es todo ruiseñor y es todo pena,
como el bosque que llevo en mis entrañas.
He entrado en unidad con el estío:
y sus turbias raíces del pecado
le han servido de tronco a mi azucena.
Me duelen como deben de dolerles
a los granos de arena las espumas,
como al fondo del mar, la gran turquesa.
Se llega a Dios por todos mis sentidos.
Se llega a Dios por todas mis heridas.
Se llega a Dios mirándome a los ojos.
Por las acequias rojas de mis venas
va la sangre moviendo el gran molino
de una oración enorme y sin palabras.
Se me ha quedado anoche, junto al alma,
abierto el portoncillo de la pena:
… y Dios estaba, con el sol primero,
sentado, allí, en las flores.
José María Pemán (1897-1981)
George Hillyard Swinstead (1860-1926) El mensaje del ángel |
Acabo de entrar y me encuentro con esto; pero bueno ¿qué es esto?, la autora de este blog nos quiere "anestesiar" con tanta belleza, sino no me lo explico. Ni conocía el poema, ni conocía la pintura, y me he quedado "anestesiada" totalmente. ¡¡¡Lo has conseguido!!!, en serio, muy en serio, no cabe más elegancia, finura, delicadeza, primor...
ResponderEliminar¡¡¡Muchas gracias!!!, un beso y mil más...
Rosa, estamos rodeados de belleza. Sólo que son pocos los que saben descubrirla. A veces me la encuentro, la traigo aquí, y aparecen personas como tú que saben mirarla, valorarla y amarla.
ResponderEliminar¡Gracias, amiga!