El mar me pertenece
lo hago pasar entero
entre mis manos ávidas.
Lo acaricio le doy
la única mirada
sencilla que me queda
la que aún no han manchado
ni el miedo ni la muerte.
Mar limpio entre mis dedos
goteando esperanzas
porque sostiene aún
un velamen con brisa.
Mar de todos los mares
hoy contemplo en su espuma
otros mares antiguos:
aquel de mi primer
contacto con las playas
y el de aquellas lecturas
codiciosas e incómodas
bajo algún tamarindo.
Y aquel otro del trópico
sin huellas de turistas
con esa pulpa tierna
que ofrece el cocotero.
Quiero olvidar aquí
lo que sucedió anoche.
El mar no tiene culpa.
Es dócil, mío, puro,
es un lebrel que lame
mis plantas mansamente.
Ernestina de Champourcín.
Qué bello poema!!!!!Gracias
ResponderEliminarSí, qué bello. Me encanta Ernestina.
ResponderEliminarUn beso, amiga.