Ningún cepo puede torturar
mi alma en libertad,
pues detrás de este esqueleto mortal
se teje uno de más valor.
No puedes horadar con un serrucho
ni traspasar con una cimitarra
dos cuerpos, por lo tanto perdura,
amarra uno y el otro vuela libre.
El águila no se despoja
de su nido y, sin embargo,
gana el cielo
más fácilmente que tú.
Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
tu enemigo,
cautividad es conciencia
y también es libertad.
Emily Dickinson, 1830-1886.
John William Waterhouse (1849-1917): El alma de la rosa |
Me encanta la poesía de Emily, este poema no lo conocía...uf! qué bonito, y estas dos obras para qué decir, el gesto de Waterhouse me chifla, es delicadísimo...
ResponderEliminar¡Un beso!
Es cierto a veces nos hacemos prisioneros a nosotros mismos...
ResponderEliminarGracias por compartir la belleza que encuentras en tu camino
Un Beso
La Señora Dickinson era profunda!!! Como entro tan poco se me ha olvidado la contraseña, Soy Begoña
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