domingo, 28 de febrero de 2010

El contenido del corazón

La belleza de una obra puede ser infinita, sobrepasar la capacidad de admiración. En ocasiones me ocurre con los libros, así que necesito años para volver a leerlos. Tal fue el caso de El contenido del Corazón, del granadino Luis Rosales. Lo leí en el año 90. Era una edición del 78. Y no ha sido hasta ahora que he podido releerlo. Con motivo del centenario de su nacimiento ha sido reeditado en Granada.
La lectura de de esta prosa intimista impregnada de recuerdos y belleza no deja indiferente.

En Poesía Digital podemos leer algo sobre la obra:

Su escritura ya supuso un enorme provecho para Luis Rosales, como reconoce en "Unas palabras a manera de prólogo": "Este libro tiene una larga historia que ya va siendo la de mi vida. Le debo mucho. Le tengo gratitud. Encontré en él mi expresión personal y encontré en el la voz poética que después he llevado a otros libros. En cierto modo me resume como escritor y como hombre".
La historia de El contenido del corazón es tan larga como ilustrativa. A principios de 1941, con cinco días de diferencia, mueren en Granada los padres del poeta. Pero en ese intervalo ocurre algo esencial. Su padre le dice: "Mira, Luis, yo tengo el mejor papel que se fabrica en el mundo, y me agradaría que escribieses en él un libro de recuerdo a mamá". El joven se compromete a hacerlo. Pocos días después, su padre pide que le preparen para dormir allí el cuarto donde murió la madre. Esa misma noche, muere. Es inevitable, por tanto, que aquella promesa se convirtiese para el poeta en un vínculo prácticamente sagrado. 
¿Exageraba Rosales cuando decía —quizá llevado por una explicable piedad filial— que encontró en este libro su voz y su poética? No. De las cenizas del dolor y del rescoldo del recuerdo, Rosales extrajo técnicas, tonos y temas para su obra posterior. De la abundancia del corazón habla la boca, dice un famoso texto. La similitud con la experiencia rosaliana es textual: de su contenido del corazón brota toda su obra.



Para volver a ser dichoso era
solamente preciso el puro acierto
de recordar... Buscábamos
dentro del corazón nuestro recuerdo.
Quizá no tiene historia la alegría.
Mirándonos adentro
callábamos los dos. Tus ojos eran
como un rebaño quieto
que agrupa su temblor bajo la sombra
del álamo... El silencio
pudo más que el esfuerzo. Atardecía
para siempre en el cielo.
No pudimos volver a recordarlo.
La brisa era en el mar un niño ciego"

(Lo que no se recuerda)

2 comentarios:

  1. Tomo nota del libro, has conseguido intrigarme.
    Estoy totalmente de acuerdo contigo en que la vida es un arte y, si desterramos el arte de nuestra vida, se convierte en un escenario gris, sin armonía.

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  2. Bienvenidos, Luis y Mª Jesús. No te arrepentirás de leer este libro.

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