Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!
Manuel Machado, Ocaso
Hola, poco nos hemos visitado,pero nunca es tarde.
ResponderEliminarComo no gustarme a Machado, es divino-
Con ternura
Sor.Cecilia
Hola Ars, que maravilla... el mar, siempre el mar trayendo calma a las almas mas fatigadas.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por su visita, sor Cecilia.
ResponderEliminarCarolina, estoy contigo en que el mar es el mejor sedante.
Efectivamente, Francisco, creo que no hace falta esa presencia material para que coincidan las almas de los artistas. Seguro que todos los poestas piensan que sus mejores versos ya los escribió alguien mucho antes. Supongo que es extrapolable al resto de las artes.
¡Un lujo de entrada!..Bss
ResponderEliminarperfecto trio de sentidos... inspiradoras las palabras de machado endulzadas con esa imagen...
ResponderEliminarel mar... te diría tantas cosas del mar... mi bálsamo de vida...
un placer encontrarte...
un abrazo, por supuesto... desde el mar...azul!