lunes, 28 de septiembre de 2015

El río

 
Ponte Vecchio, Firenze

Yo entré en Florencia. Era
de noche. Temblé escuchando
casi dormido lo que el dulce río
me contaba. Yo no sé
lo que dicen los cuadros ni los libros
(no todos los cuadros ni todos los libros,
sólo algunos),
pero sé lo que dicen
todos los ríos.
Tienen el mismo idioma que yo tengo.
En las tierras salvajes
el Orinoco me habla
y entiendo, entiendo
historias que no puedo repetir.
Hay secretos míos
que el río se ha llevado,
y lo que me pidió lo voy cumpliendo
poco a poco en la tierra.
Reconocí en la voz del Arno entonces
viejas palabras que buscaban mi boca,
como el que nunca conoció la miel
y halla que reconoce su delicia.
Así escuché las voces
del río de Florencia,
como si antes de ser me hubieran dicho
lo que ahora escuchaba:
sueños y pasos que me unían
a la voz del río,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lámparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua.

Pablo Neruda.



viernes, 18 de septiembre de 2015

La gota de agua



Al soplo de terrífico chubasco, 
alborotada lid del mar y el viento, 
onda espumante en sacudón violento 
de agua una gota rebotó a un peñasco. 




-”¡Ah! la gota exclamó: ¡por fin respiro! 
¡Feliz quien vive aparte y quieto y solo! 
Ora sí, ruja el mar y tiemble el polo, 
yo desde aquí pacífica los miro… ” 




“¡No ya conmigo jugaréis tirana, 
mar caprichosa, ingobernable, impía! 
Divertíos con otras; yo soy mía, 
 no más la ajena insensatez me afana.”




En esto el cielo abrió, y el sol sediento 
rápido a la filósofa escamota. 
Aun viviera en el mar la pobre gota; 
mas solitaria se secó al momento. 

Rafael Pombo, 1833-1912.


sábado, 12 de septiembre de 2015

Tiempo de mar



El mar me pertenece 
lo hago pasar entero 
entre mis manos ávidas. 
Lo acaricio le doy 
la única mirada 
sencilla que me queda 
la que aún no han manchado 
ni el miedo ni la muerte. 

Mar limpio entre mis dedos 
goteando esperanzas 
porque sostiene aún 
un velamen con brisa. 




Mar de todos los mares 
hoy contemplo en su espuma 
otros mares antiguos: 
aquel de mi primer 
contacto con las playas 
y el de aquellas lecturas 
codiciosas e incómodas 
bajo algún tamarindo. 
Y aquel otro del trópico 
sin huellas de turistas 
con esa pulpa tierna 
que ofrece el cocotero. 




Quiero olvidar aquí 
lo que sucedió anoche. 
El mar no tiene culpa. 
Es dócil, mío, puro, 
es un lebrel que lame 
mis plantas mansamente.

Ernestina de Champourcín. 

viernes, 4 de septiembre de 2015

Henri Lebasque. La vida apacible

Henri Lebasque (1865–1937): Tarde en el jardín, 1923

Henri Lebasque (1865–1937): La siesta


Henri Lebasque (1865–1937): The terrace in Pradet

Henri Lebasque (1865–1937): Lagny, Nono en la puerta del jardín

Henri Lebasque (1865–1937): Dama de blanco